GREGUERÍAS DEL TREN
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra “greguería” como: Invención literaria del escritor español Ramón Gómez de la Serna, que consiste en una metáfora breve e ingeniosa”.
El propio Gómez de la Serna (Madrid, 1888 – Buenos Aires, 1963), inventor del “género”, define la greguería como “el buscapiés del pensamiento”.
El cosmopolitismo del ilustre escritor y periodista (viajó por buena parte de Europa y Sudamérica en una época en la que el tren era el medio de transporte por excelencia, sobre todo para grandes distancias terrestres), nos hacen pensar que nuestro “invitado” de hoy era un buen conocedor del ferrocarril, al menos como usuario del mismo.
Es por eso que me he permitido elegir y compartir con los lectores, un pequeño ramillete de Greguerías en las que el tren es el protagonista.
– El tren es el buscapiés del paisaje.
-El más pequeño ferrocarril del mundo es la oruga.
-El pitido del tren solo sirve para sembrar de melancolía los campos.
-Había tanta gente esperando el tranvía, que parecía la inauguración del tren.
-En el lavabo del vagón nos lavamos del negro crimen del viaje
-En el coche comedor del tren nos comemos el paisaje, pero a veces se nos atraganta.
-El alba en el tren es grave como una operación.
-Hay unas noches acústicas del verano en que se oyen tanto los trenes, sus traspiés y sus traqueteos, que se convierte uno en jefe de estación.
-Los que no quieren que se fume en el vagón no comprenden que si la locomotora no fumase no se movería el tren.
-Una de las cosas más tristes de los trenes es que las ventanillas de la derecha no podrán ser nunca las ventanillas de la izquierda.
-En los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.
-Los días de lluvia, el Metro se convierte en un submarino.
-El tranvía aprovecha las curvas para quejarse de la empresa.
-Los trenes debían salir al mismo tiempo, pues no hay nada que maree más que ver por la inmóvil ventanilla que se mueve el vagón de al lado.
-El tranvía tiene momentos en que parece pasar por sitios de gran oleaje.
-Se va el tren del día y, por último, vemos en su furgón de cola el farol rojo del ocaso.
-El ruido del tranvía raya el cristal de la noche.
-Se miraron de ventanilla a ventanilla en dos trenes que iban en dirección contraria, pero la fuerza del amor es tanta que de pronto los dos trenes comenzaron a correr en el mismo sentido. Para terminar, déjenme que lo haga con otra greguería que bien podría referirse al tren, pero sin duda con un sentido más profundo y trascendente:
– La vida es así “¿Se ha acomodado bien?. Pues entonces ¡fuera!.”
Fermín Avellaneda